Abstract
De todos estos lugares y de sus alrededores, incluyendo por supuesto el puerto de Veracruz, los viajeros extranjeros dejarían interesantes observaciones obre su paisaje y su arquitectura; el físico, la forma de ser, el atuendo, las diversiones y la vida cotidiana de sus habitantes; las
ventas y posadas del camino y los "hoteles" de las principales ciudades; los diferentes y muy peculiares formas de transporte, terrestre, fluvial y marítimo; la singular comida veracruzana; las inevitables plagas del camino —léase, la fiebre amarilla,
los "nortes", los bandidos y las aduanas—; las guerras, revoluciones, contrarrevoluciones y cuartelazos, y en fin, los reales e imaginarios, diversos y contradictorios Veracruces
que coexistían en ese siglo tan confuso pero tan determinante en el destino del Estado-nación mexicano como lo fue el XIX.
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